Grey & First Trip

Alex Grey

Alex Grey | Foto: alexgrey.com

Grey & First Trip (4a Parte/Final) | Por: Ifigenia Hendrix

La noche seguía pasando. Pasaba cada momento de ella entre sombras que se movían, conociendo más pinturas de Grey que daban diferentes imágenes donde una podría ser cualquier cosa para convertirse en otra completamente diferente mientras seguía la música que se desarmaba en cada sonido independiente.

Todo creía era posible de entender querido lector. Un nuevo umbral había cruzado, dejaba un sabor agrio en mi mandíbula, pero a la vez, un gusto dulce gustativamente, visualmente, olfativamente, auditivamente, táctilmente.

Empezaba el amanecer, fui al baño por un momento y pasé por un gran espejo. Me veía, era consciente de mí y de mi existencia más que nunca. Comencé a verme fijamente, mi cara ahora se había vuelto una pintura de Alex Grey, era mi propio lienzo, yo era movimiento, yo era transformación, yo era cambio. Poco a poco mi figura se volvía extraña, surrealista, diferente, la piel era plastilina, la plastilina era moldeable, lo moldeable era extravagante. En mi afán por buscar y traspasar más consciencia por un momento ví mi lado obscuro, un demonio con ojos rasgados y cuernos a punto de ejercer de mi cabeza wtf! En aquel momento rompía mi concentración, dejaba de verme porque el temor no me dejó ver aquel lado mío, el lado maligno con el que todos contamos pero que sólo algunos dejan salir mientras otros no lo hacemos sabiendo que la luz es más bella.

Regresaba con el grupo de amigos que en la sala ponían algunas rolas, en un momento escuché a Morrissey con Sudehead y el amanecer comenzaba a llegar… ¿Sueño? No existía. Los colores pops parecían relámpagos al cerrar los párpados de los ojos. Con ojos abiertos o cerrados el ácido seguía su objetivo. Varias veces más fui al baño, en cada uno de esos ir y venir evité el espejo. Hay buenos viajes y malos viajes, sólo hay que saber disernir.

La luz del sol llegaba. El LSD bajaba su efecto, sentía cansancio pero a la vez quería más que nada soledad, estar conmigo sin ninguna distracción con alguien hablándome a mi lado… O más bien ¿creyendo que me hablaba alguien? Salí del lugar para encontrar un jardín, caminé un poco y las flores eran tan diferentes, iguales en formas pero ahora podías ver cada textura, cada detalle, el universo tridimensional que vivimos lo veía más potente, intensificado. No hay palabras que pueda decir para encontrar en ellas lo que encontré visualmente. El azul del cielo era algo radiante teñido con un poco de púrpura, las nubes parecían algodones con tonos en diferentes blancos y grises, tan bien formadas que parecían perfectamente moldeadas por los dedos de Dios puestas ahí para ser exhibidas en ese momento.

Albert Hofmann, creador de este tercer ojo en sustancia, siempre defendió su accidental descubrimiento como un bien a la humanidad. Incluso dicen que intelectuales y artistas hacían grupos de viaje para compartir experiencias científicas y artísticas. Alguna vez supe sobre matemáticos que lo hicieron logrando resolver ecuaciones que no habían podido resolver. Hofmann siguió defendiendo su accidental descubrimiento desde que fue prohibido (en su pleno boom de los años 60´s) hasta su muerte. ¿Por qué su prohibición? ¿Qué nos quisieron esconder o vendar? ¿Es verdad lo que comparto o todo esto es un mal viaje?

Llegaba a mi hogar, a casa para tirarme en la cama. Mis sentidos aún agudos no me dejaron dormir, prendí música, me coloqué unos audífonos, empezaba un playlist escuchando Led Zeppelin con sonidos que seguían profundos y vibrantes, cerré los ojos para concentrarme más, Stairway to Heaven, el efecto bajaba, ya no era tan potente como hace unas horas mientras pensaba: “¿Estoy en casa o vengo de allá?”. Dormí para despertar en un mundo diferente por siempre.


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